Steven Spielberg dejó dicho hace unos días que las películas para televisión que apenas sienten el calor de una sala de cine son bastardas, que no merecen la misma distinción que las que él ha hecho toda la vida. ¿Un Emmy?, sin problemas. Un Oscar jamás. Es una reflexión válida que se hace añicos cuando Al Pacino pasa a formar parte de la ecuación. Paterno, en la que el de origen italiano hace de uno de los entrenadores de fútbol universitario más laureados de la historia, es su último salto a la pequeña pantalla, con un largometraje para HBO dirigido por Barry Levinson. Si Pacino está dispuesto a validar esta clase de formato, es que el asunto va muy en serio.
Decir hoy que el cine es más que la televisión puede resultar una torpeza. Excluir los largometrajes de plataformas como Netflix, Amazon o HBO de festivales y de premios mayores, un error de bulto. El trasvase de talento al medio televisivo ha sido tan descomunal en la última década que ya ningún nombre de peso duda en decir que sí a la hora de formar parte del movimiento.
Pacino (Nueva York, 1940) lleva cuatro incursiones desde 2003, todas para HBO y siempre a las órdenes de destacados realizadores. Primero le dirigió Mike Nicholsen Angels in America, luego Levinson en You Don’t Know Jack, después David Mamet en Phil Spector y ahora Levinson de nuevo. En todas, hizo de un personaje de la vida real. Es una disciplina que maneja, como casi todas las demás.
El actor, que compareció hace unas semanas ante la prensa de Los Ángeles vía teleconferencia desde Nueva York, los ve como “personajes atractivos para actores porque son un trampolín. Y además, hay una cierta credibilidad porque estas cosas realmente pasaron. Te fortalecen, de alguna manera. Tienes una persona de verdad a la que digerir, para poder canalizar”.
Para este cuarto asalto (disponible desde hoy en la plataforma de HBO) se ha decantado por Paterno, una leyenda del deporte estadounidense que se vio salpicado por un delito que no cometió. En el transcurso de dos semanas pasó de celebrar la mayor cantidad de victorias para un equipo universitario en la historia de la disciplina, a ser despedido por la Universidad Penn State y a descubrir que padecía un cáncer en estado avanzado que le acabó costando la vida dos meses después.
Todo por Jerry Sandursky, su entrenador asistente y el hombre condenado por violar y abusar de menores durante un periodo de 15 años. A Paterno lo acusaron de haber encubierto a su mano derecha, y aunque nunca jamás abusó de menores, fue despedido y desprovisto de algunos de los récords logrados durante sus más de 40 años de carrera.
Pacino reconoce que fue difícil dejar de lado sus prejucios al respecto, de lo que sabía o no sabía Paterno sobre los abusos. Ahora lo entiende como un tipo con una vida casi monacal a ratos, un “sirviente” y un hombre tímido que se negaba a aceptar los hechos. “Pero le dice a su hijo en un momento en la película: ‘No lo vi’. Creo que eso significó mucho para Joe”.
El protagonista de El padrino parece inclinarse por su inocencia, aunque nunca de forma explícita. Al final, su norte es el guión, la pauta necesaria para no perderse en los entresijos del personaje. “Ser actor es muy complejo. No importa cuánto tiempo lo hayas sido, ¿sabes? Es todo sobre descubrir, es sobre embarcarse en este viaje e ir aprendiendo sobre el camino».
Levinson, presente en la sala en Los Ángeles, prefirió no dejar destellos de postura alguna en su filme, sino que fuera el público el que decidiera. “Al final del día habrá gente que crea (que Paterno sabía de los abusos) y gente que no”, aseveró.
Lo que sí tiene claro es que la televisión le ha dado el espacio para contar esta clase de historias que ahora no tendrían cabida en la gran pantalla. “Estamos haciendo cosas que no podríamos hacer de otra forma, relatos más íntimos“.
Pacino parece dispuesto a acompañarle. “Quiero trabajar con Barry el resto de mi vida, lo que quede de ella. Es sencillamente genial estar junto a él. Me inspira, y eso es un valor añadido”.
Por cierto que su próximo proyecto será también una película para la pequeña pantalla, a través de Netflix en este caso, The Irishman, con Martin Scorsese de director y compartiendo cartel con Robert de Niro, Joe Pesci y Anna Paquin. No parece que sea cine un peldaño por debajo de nada.
Fuente: http://www.elmundo.es/