Técnicamente, y de una manera simple, podríamos definir un cortometraje como una pieza audiovisual con una duración menor a 30 minutos.
Dentro del universo cinematográfico, sin embargo, es la herramienta de enseñanza por excelencia, tanto si el cineasta esta preparándose en una escuela de cine, como si es autodidacta, debido, entre otras razones, a su naturaleza experimental, a que es más barato de financiar que una producción de larga duración y más fácil de realizar, ya que generalmente no necesita un gran despliegue de recursos técnicos para llevarse a cabo.
Pero la importancia del cortometraje como escuela para el cineasta va mucho más allá; por ser un género condensado y un trabajo que no está destinado a obtener ningún retorno económico, a excepción de alguna remuneración como parte de premios de festivales, es un intenso ejercicio de creatividad y disciplina para todos los miembros del equipo, desde el guionista, pasando por los departamentos de producción, vestuario, arte, maquillaje, fotografía, iluminación, el director, los actores, e incluso el equipo de Alimentos & Bebidas, así como todo el crew encargado de la post-producción.
Sin la presión que supone filmar un largometraje, pero con la misma intensidad y el mismo flujo de trabajo, el corto le brinda a los futuros cineastas la oportunidad de experimentar dentro de cada área, convirtiéndose en una especie de pasantía que les irá dejando claro qué funciona y qué no al momento de sacar adelante una producción audiovisual, a la vez que les deja saber si son aptos para hacer ese trabajo, y/o si necesitan mejorar sus habilidades.
De la misma forma, los cortos constituyen una especie de carta de presentación que le brinda la oportunidad a todos los miembros del crew de dar a conocer su trabajo, ya que a nivel mundial existen muchos más festivales dedicados a los cortometrajes que los que existen dedicados a las películas de larga duración; además de existir plataformas digitales de distribución de cortos, que facilitan el acceso a estos festivales desde cualquier parte del mundo.
En el caso específico de quienes quieren dedicarse a la dirección, los cortometrajes son un espacio de búsqueda de su identidad y una manera de ir puliendo el estilo que los identificará en un futuro.
La mayoría de los grandes directores del cine mundial ha iniciado sus carreras con cortometrajes, en los cuales se pueden ver vestigios de los estilos que los definirían más adelante. Es el caso del cortometraje Vincent, realizado por Tim Burton en 1982, el cual tiene como protagonista a un niño de 8 años, y en el que ya se nota el estilo oscuro y la estética que caracterizan la mayoría de los trabajos de Burton. O el caso de Christopher Nolan, que con un presupuesto de $1,000 dólares filmó en 1997 el cortometraje Doodlebug, sobre un hombre obsesionado, como la mayoría de los personajes de Nolan. En esta ocasión la obsesión es por matar a un insecto.
A pesar de todo esto, el cortometraje no debe ser visto exclusivamente como un puente a cruzar para hacer carrera en el mundo de los largometrajes. Como formato final es noble, tiene su propia identidad, permite contar cosas de una manera particular y precisa y enriquece al público por su particular narrativa audiovisual.
Por: Marthaloidys Guerrero