Las razones por las que se puede armar la marimorena en una sala de cine son muchas y muy variadas. Sin ir más lejos, el debate sobre si se puede o no expulsar a un espectador por hablar colea aún en nuestra redacción. Y, puestos a mencionar incidentes concretos, en los locales de exhibición del mundo han tenido lugar desde ataques ninja a auténticos asesinatos, pasando por peticiones de mano. Así las cosas, ¿debería sorprendernos que los agentes de ICE Homeland Security (servicio de inmigración y aduanas de EE UU) entren en un cine estadounidense para detener a un espectador? Pues parece que sí, porque el motivo del arresto fue que dicho espectador estaba usando Google Glass.
Resulta que, según nos recuerda Slashfilm, las gafas de realidad aumentada de Google sirven entre otras cosas para grabar imágenes. De ahí que, por ejemplo, se las haya empleado en el rodaje de una película porno. Y de ahí que los responsables de una sala de Columbus (Ohio) perteneciente a la cadena AMCavisasen a los ‘federales’ cuando vieron a uno de sus clientes llevando el dispositivo puesto (pero apagado) durante una proyección de Jack Ryan: Operación sombra. El personal del cine dedujo que dicho espectador estaba cometiendo un acto de piratería, pero la realidad no podía ser más distinta. Se trataba de un aficionado a la informática que, viéndose obligado a llevar lentes por prescripción médica, pidió a su óptico que integrase el Google Glass en la montura para tenerlo siempre a mano.
Según relató él mismo a Gadgeteer, la experiencia del hombre fue un híbrido entre un relato de Kafka, la serie Homeland y una novela de Tom Clancy. “Cuando la película llevaba más o menos una hora, un tipo se acerca a mi butaca, me enseña una placa con un escudo, me quita las gafas de un tirón y dice ‘Venga conmigo inmediatamente”, cuenta. De este modo, el usuario y su esposa (que le había acompañado al cine) fueron conducidos al exterior del local, donde les esperaban “cinco o diez personas, entre policías y guardias de seguridad”. Después, fue conducido a una oficina donde dos agentes de ICE le interrogaron durante más de una hora. “Yo les decía que el Google Glass tiene un puerto USB, así que sólo tenían que conectarlo a un ordenador y ver que todo lo que había en él eran fotos personales”, explica la víctima. “Pero ellos me preguntaban una y otra vez dónde vivo, en qué trabajo, cuánto gano al mes, cuántos ordenadores tengo en casa y a quién voy a darle la grabación de la película”. Los investigadores, además, “insistían en que ellos no estaban interesados en mí, y me preguntaban por qué no delataba a mis jefes”.
El interés de los agentes en las gafas electrónicas era considerable, algo que ponía de los nervios al detenido (“yo les decía que dejasen de manosearlas, porque se trataba de un artículo muy caro: el Google Glass me había costado 1.100 euros, y las gafas más de 400”). Además, no le permitieron tocarlas “para que no borrase el material comprometedor”. Y, por si esto fuese poco, cuando el hombre les explicó que estaba participando como usuario de prueba en el llamado Glass Explorer Program, ellos reaccionaron bombardeándole a preguntas sobre la corporación internauta: “Querían saber qué me pedía Google a cambio de probar las gafas, cuánto me estaban pagando y quién me había ordenado que piratease el filme”. Por fortuna, uno de los investigadores consiguió finalmente la pieza de alta tecnología que habría de resolver el embrollo. Es decir, un ordenador portátil común y corriente gracias al cual el espectador y su esposa salieron libres de cargos. Al precio, eso sí, de que los hombres de ICE se descargaran todas sus fotos y vídeos personales.
A cambio de tantas molestias, la pareja recibió una disculpa de la gerencia del local y un par de entradas gratis para acabar de ver la película. Algo que, según la narración, no les hizo ni maldita la gracia. Días más tarde, tras ponerse en contacto con la agencia federal, esta le envió una declaración oficial firmada por su portavoz en la cual se reconocían los hechos. Podemos especular sobre si Google Glass está causando el pánico entre las distribuidoras y exhibidoras del otro lado del charco, quienes tal vez las consideren como el arma definitiva para los piratas. Pero, como colofón a la historia, es mejor quedarse con un comentario de la persona que la padeció: “Si creen que usar Google Glass en el cine no es lícito, ¿por qué no me pidieron que me las quitase al entrar?”.
Fuente: http://cinemania.es