Cine y gastronomía se dan la mano en París a través de diversas iniciativas que permiten disfrutar del séptimo arte con una oferta de restauración que deja atrás las clásicas palomitas.
Desde salas privadas en las que degustar un completo menú elaborado por un restaurante mientras se proyecta una película, hasta camiones que ofrecen delante del cine una amplia oferta de comida callejera de todo el mundo, las posibilidades se adaptan a todos los bolsillos.
“El cine es una experiencia colectiva, y la comida forma parte de ella”, explicó a Efe el director del grupo de salas MK2, Nathanael Karmitz.
En la misma línea se expresó el fundador de Popcorn project, Alexandre Paquot, que organiza veladas en las que se proyecta un gran clásico del cine y, a continuación, se sirve una cena tipo cóctel animada por un DJ.
La idea surgió porque consideraba que muchos jóvenes como él no habían tenido la oportunidad de ver algunos de los filmes de culto en la gran pantalla.
Y, para atraer a más espectadores a una sala donde las películas clásicas son las protagonistas, decidió impulsar el concepto de “cine social”, en el que el público puede votar antes la cinta que quiere ver, las películas son presentadas por un experto, y la cena posterior permite comentar la proyección.
Las sesiones se organizan un domingo al mes en el cine Club l’Étoile, con un precio de 30 euros (40,7 dólares), y en cada ocasión un restaurante diferente se encarga del cóctel con el requisito de que sea comida fácil de tomar.
Hasta ahora, los menús han permitido dar una vuelta al mundo a través de la gastronomía: embutidos españoles, perritos calientes, comida china, “crêpes” y “kebabs” han sido algunas de las propuestas ofrecidas.
Los espectadores que acuden a estas sesiones son, principalmente, “jóvenes de entre 25 y 35 años, generalmente profesionales aunque hay algunos estudiantes, y con una mayoría de mujeres”, retrató Paquot.
Según el organizador de Popcorn project, la mayor parte del público no son cinéfilos empedernidos sino “simples aficionados” con curiosidad y ganas de aprender, además de pasar un buen domingo.
Es el tercer año que se impulsa esta iniciativa, y las dos ediciones pasadas reunieron en total a más de 2.000 espectadores que acudieron a las 14 proyecciones organizadas.
Esta temporada, que sigue el ritmo de un curso escolar, se estrenó con la película “Annie Hall” de Woody Allen, elegida para tratar el tema “Luces sobre la ciudad”, y el mes de febrero está centrado en “La mujer fatal”, con un filme todavía por seleccionar.
Otra propuesta para disfrutar del maridaje entre cine y gastronomía son las salas del centro de arte contemporáneo Palacio de Tokio, gestionadas por MK2, y que, equipadas con sofás de terciopelo rojo con reposapiés y bandejas para comer, se alquilan para organizar proyecciones privadas.
En estas sesiones, que acogen entre 20 y 60 espectadores, la oferta gastronómica se adapta a las necesidades de los clientes, aunque siempre enfocada a comida que se pueda tomar con los dedos.
El precio de la cena con película es de 100 euros (140 dólares) por persona y para reservar la sala hay que llegar, como mínimo, a los 1.000 euros (1.360 dólares).
Más asequible resulta la posibilidad de unir la película en la gran pantalla con la comida que se vende en el conocido Camión que humea, delante de la sala MK2 Bibliothèque, que ofrece comida callejera como hamburguesas.
Según Karmitz, estas iniciativas “no sirven tanto para atraer a nuevos espectadores, sino para fidelizar a los que ya vienen” y conseguir que su experiencia en el cine sea más completa.
Coincide también en esta opinión Paquot, para quien el séptimo arte “merece más que una sala oscura de la que irse justo después de que termine la película”.
Fuente: http://entretenimiento.terra.com