La lucha de Ana, recorrerá similar suerte – valga la analogía- que la propia historia que cuenta. Es una película cuestionadora de la realidad social dominicana. No es una película comercial, ni taquillera. No se inserta en los paradigmas estereotipados del cine hollywodense. No es la simplona comedia-publicitaria o parodia fácil, sobre la idiosincrasia dominicana que provoca una hilaridad irracional, aunque huelguen los conceptos y valores artísticos. El Director Abud, tuvo que pasar una "lucha", como su protagónica Ana, con guión bajo el brazo, para apenas conseguir unos "chelitos" y filmar, una película de bajo costo pero de altos valores estéticos y conceptuales. Algo similar le sucede al personaje de Ana, que con dolor desgarrante, recorre instituciones inoperantes y con funcionarios corruptos en su interior, para tratar de hacer justicia por el asesinato de único hijo, de 16 años, víctima de un “punto” de droga, en un barrio. Excelente tema. Conmovedor guión, coherente con el drama real que vive la sociedad dominicana, sobre todo, la clase social baja, con sus penurias y la solidaridad interna que la caracteriza. La historia transparenta la polarización social, la falta de oportunidades que padece nuestra adolescencia y juventud.
Independientemente de un marcado desnivel actoral, es digno destacar la actuación de Cheddy García, encarnando el personaje de Ana, quien nos hizo sobrecogernos, -sobre todo a las que somos madres- y sentir con ella, el desgarrador dolor de la pérdida, injusta, de su hijo.
El tema y fundamento conceptual de La lucha de Ana, pareciera estar sustentada en los presupuestos de la antropología de la diversidad social y cultural. Es una película de crítica social que me provoca los recuerdos de obras valederas, de los más renombrados directores de la producción cinematográfica latinoamericana, en los últimos veinte años. Llegan a mí, escenas de películas de Subiela (Argentina) y de las más agudas y artísticas críticas socio-políticas de la Revolución cubana, como han sido las de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) (Cuba).
Pero…, como el personaje de Ana no recibió todo el apoyo necesario, para hacer "justicia", algo sí logró: la solidaridad de los suyos, que hicieron de su causa, la de ellos; también habrá algún tipo de "justicia" para la película La lucha de Ana, y se hará, quizás con el empeño de su equipo de realización, con los premios por recibir y la solidaridad de su pueblo mediante las proyecciones en los barrios y los cines-debates por realizar.
No creo que La lucha de Ana haya tenido la difusión nacional que debiera. La Dirección Nacional de Cine, además, de fomentar la creación y producción, también, está llamada al fomento de la apreciación cinematográfica, a escala comunitaria en el país; lo que sería un gran aporte para descubrir talentos escondidos, como los excelentes trabajos realizados por el Colectivo Audiovisual del Sur, grupo de jóvenes creadores que el Centro Cultural Perelló de Baní y el especialista Marlon Soto, han organizado.
A este pueblo -sobre todo a la clase protagonista- le hacen falta películas de esta naturaleza. Si nuestros jóvenes de los barrios vulnerables, de la ciudad de Santo Domingo y de todo el país, pudieran ver y debatir esta película, guiados por un especialista del cine; contribuiríamos, entonces, no solo al fomento de una mayor sensibilidad artística y social, a la educación cinematográfica, a despertar el amor por el cine, sino que fomentaríamos valores, mejora en la conducta social, genera desarrollo desde cada barrio. Porque el arte es modelador de la conciencia social, esa es la función social del arte y de la cultura: la educación estética y ética; y más aún en contextos como los nuestros, el arte más que contemplativo, ha de ser provocador de reflexiones, aleccionador, para ayudarnos a mirarnos por dentro, como sociedad, en un proceso de toma de conciencia. La obra de Abud se erige en el Grito social -quizás como el de E. Munch, en su época- de la necesidad de la acción social integradora, en pos de mejores oportunidades para la juventud dominicana, sobre todo, de los que viven como Amaury y Raúl
Propongo que convirtamos las escuelas públicas o clubes, o cualquier espacio posible, en cines de la comunidad, durante las tardes y las noches, y los fines de semana. Se pueden realizar cine-debates que fomenten el arte y la esperanza para nuestros niños y jóvenes, y para toda la sociedad.
FUENTE: http://www.acento.com.do/