En la primera de las entradas que dedicábamos anteayer al repaso que estamos haciendo por la historia de los Oscar comentaba que una de las categorías en la que mayores y más sonoras “injusticias” se han cometido ha sido en la de los galardones correspondientes a las composiciones musicales, una categoría en la que la Academia pocas —muy pocas— veces ha atinado y que nos sirve para abrir el recorrido por las décadas de los setenta y ochenta que abordamos hoy.

Porque ante el Oscar concedido a Francis Lai por ‘Love Story’ (id, Arthur Hiller, 1970) en detrimento del ‘Patton’ (id, Franklin J. Schaffner, 1970) de Jerry Goldsmith, lo que cabe preguntarse es si lo que en muchas ocasiones se ha premiado es un tema y su éxito entre el público —y el tema de amor de la cinta protagonizada por Ryan O’Neal yAli MacGraw fue versionado hasta la saciedad incluso en versión disco— o la calidad de la partitura y su imbricación con el filme al que acompaña.

1970-1977

Pregunta retórica, no cabe duda, por cuanto si algo han demostrado una y otra vez los miembros de la Academia es tener una notoria estrechez de miras musicales. No comparable a ésta última, pero cierta estrechez a fin de cuentas es la que demostraron tener también los actores a la hora de elegir al soberbio Popeye Doyle encarnado por Gene Hackman en ‘French Connection. Contra el imperio de la droga’ (‘The French Connection’, William Friedkin, 1971) por encima del incomnesurable Topol de ‘El violinista sobre el tejado’ (‘Fiddler on the Roof’, Norman Jewison, 1971).

O, más aún, la que en 1972 llevaría a anteponer el trabajo de Bob Fosse en ‘Cabaret’ por delante de dos cineastas que en aquella edición en la que la cinta musical se llevó ocho estatuillas merecían muchísimo más el galardón. Nos referimos, cómo no, a Francis Ford Coppola —inexplicable que ganara ‘El padrino’ (‘The Godfather’, 1972) y no lo hiciera su director— y al Joseph Leo Mankiewicz que firmó ese prodigio narrativo llamado ‘La huella’ (‘Sleuth’, 1972).

Quizás no estrechez, pero si una clara “injusticia” es la que permitió que Jack Lemmon con su trabajo en ‘Salvad al tigre’ (‘Save the Tiger’, John G.Advilsen, 1973) ganara la partida al Robert Redford de ‘El golpe’ (‘The Sting’, George Roy Hill, 1973) el filme que arrasó en la ceremonia de 1974 y que, por un descuido de esos que ni se comprenden ni pueden olvidarse, no contó entre sus nominaciones con una para Paul Newman, tanto o más merecida que la que se le había concedido a su compañero de reparto.

Sin movernos de los intérpretes masculinos y recuperando la música, 1974 sería el año en que la Academia optaría por ignorar sendas actuaciones de esas que normalmente suelen denominarse como “de Oscar” para reconocer a una que estaba por debajo: en lugar de apostar por el Nicholson de ‘Chinatown’ (id, Roman Polanski, 1974) o por el Pacino de ‘El padrino II’ (‘The Godfather, part II’, Francis Ford Coppola, 1974) el premio iba a parar a Art Carney, el veterano actor que haría de acomodador en ‘El último gran héroe’ (‘The Last Action Hero’, John McTiernan, 1993).

En lo que a la música se refiere, también fue ‘Chinatown’ la “castigada” en aras de, de nuevo, otorgar el reconocimiento del premio al trabajo de Nino Rota y Carmine Coppola para ‘El padrino II’, una banda sonora que no ofrecía mucho más allá de sus dos inmensos temas y que carecía del preciso ajuste con la cinta del que sí hacía gala la partitura de Jerry Goldsmith para la obra maestra de Roman Polanski.

Es muy probable que todos coincidamos en que los premios de 1975 no pudieron estar mejor asignados cuando las cuatro categorías principales fueron a parar a la enorme ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ (‘One Flew Over the Cuckoo’s Nest’, Milos Forman, 1975), pero servidor interpondría ciertas críticas a una de dichas decisiones cuando supuso no otorgarle a ‘Tiburón’ (‘Jaws’, Steven Spielberg, 1975) el galardón correspondiente a Mejor Película.

Harina de otro costal será, de la misma manera que pasará en 1976 con Martin Scorsese, que la Academia no nomine a Spielberg como Mejor Director por el filme que inventó el concepto de blockbuster veraniego; un “desliz” que, unido al de la ausencia del responsable de ‘Taxi driver’ (id, 1976) en los candidatos al galardón al realizador, es del mismo calibre que el que corresponderá a que no se incluya en 1977 en las nominadas a Mejor Película a ‘Encuentros en la tercera fase’ (‘Close Encounters of the Third Kind’, Steven Spielberg, 1977).

La ciencia-ficción, otro género olvidado

Obra maestra, no ya del género sino del cine, ‘Encuentros en la tercera fase’ es el doloroso testimonio de que, para los miembros de la Academia, hay géneros que cuentan muy poco a la hora de determinar a las nominadas y mucho menos si de lo que estamos hablando es de decidir a quién irá a parar el galardón a la Mejor Película. Y si ya vimos ayer que pocas han sido las ocasiones que el western ha merecido la atención de los Oscar, mejor no hablamos de lo que corresponde al sci-fi.

Tanto es así, que a lo largo de las casi nueve décadas en las que se llevan concediendo los premios, sólo siete películas han optado al máximo reconocimiento, no consiguiendo ninguna de ellas, en contraposición a las tres del western que sí lograron tocar la gloria, transformar la muy merecida nominación en la dorada efigie.

Y si de seis de ellas ya hablaremos cuando llegue el momento, hemos de reflejar aquí aquella a la que ‘French Connection’ impidió alzarse victoriosa, ‘La naranja mecánica’ (‘A Clockwork Orange’, Stanley Kubrick, 1971): filme hipnótico que adaptaba con maestría el texto de Burgess, la ceguera de la Academia para con la cinta firmada por Kubrick será, desafortunadamente, un desaire más de cuántos haría la organización a uno de los mejores cineastas de todos los tiempos.

A ‘La naranja…’ vendrá a sumarse durante los mismos años la nominación no transformada de ‘La guerra de las galaxias’ (‘Star Wars’, George Lucas, 1977), aunque en este caso es muy evidente que la Academia reconocía más lo revolucionario y taquillero del filme que inició la saga y, considerando que perdió frente a la colosal ‘Annie Hall’(id, Woody Allen, 1977) pocas son las críticas que se le pueden interponer a esta “injusticia” que no lo fue.

1978-1979

Sí lo fue, aunque en uno de los casos pudiera excusarse a los que así lo decidieron, que John Williams o Jerry Goldsmith no agarraran el premio por los maravillosos trabajos en los pentagramas que acompañaron a‘Superman’ (id, Richard Donner, 1978) o ‘Los niños del Brasil’ (‘The Boys from Brazil’, Franklin J.Schaffner, 1978) respectivamente, y el Oscar fuera finalmente a parar a los sonidos de Giorgio Moroder para ‘El expreso de medianoche’ (‘Midnight Express’, Alan Parker, 1978).

Excusable por cuanto Williams se había ido a casa con el premio el año anterior por su legendario score para ‘Star Wars’, lo que no tendrá ningún tipo de “perdón de Dios” es que, en el año que cierre la década, los Oscars se olviden por completo de ‘Manhattan’ (id, Woody Allen, 1979), evitando así volver a reconocer por partida doble como habían hecho dos años atrás, a ese outsider de la industria que es el genio neoyorquino de Allen.

Imperdonable será también por partida doble que, de nuevo en lo que a música se refiere, no sólo se ignore la imponente calidad del score de Jerry Goldsmith para ‘Star Trek – La película’ (‘Star Trek: The Motion Picture’, Robert Wise, 1979) concediéndole el premio a la “bonita” más monotemática partitura de Georges Delerue para ‘Un pequeño romance’ (‘A Little Romance’, George Roy Hill, 1979), sino que ni el asombroso y arriesgado trabajo del maestro para ‘Alien, el octavo pasajero’ (‘Alien’, Ridley Scott, 1979) obtenga una mísera nominación.

1980-1985

Finalizábamos década en el párrafo anterior haciendo referencia a la música de cine y hemos de comenzar la de los ochenta observando como los premios ninguneaban de nuevo a la que era mejor banda sonora del año —y uno de los puntales de la historia de la música de cine— en favor de la más “popular”: ganaba el score de Michael Gore para ‘Fama’ (‘Fame’, Alan Parker, 1980) y perdía John Williams por ‘El imperio contraataca’ (‘The Empire Strikes Back’, Irvin Keshner, 1980).

Una jugada que volvería a repetirse al año siguiente cuando al legendario compositor le era de nuevo arrebatado un Oscar más que cantado por la composición de mayor éxito asociada, en ésta ocasión, a la cinta que arrasaría en la ceremonia: la primera entrega de las aventuras de Indiana Jones se quedaba sin una estatuilla que iba a parar al ‘Carros de fuego’ (‘Chariots of Fire’, Hugh Hudson, 1981) de Vangelis, una partitura con uno de los temas más identificables de la historia del cine, todo sea dicho.

La jugada de la cinta sobre las olimpiadas y el espíritu de superación —ese mismo que había provocado que‘Rocky’ (id, John G. Advilsen, 1975) se alzara con el máximo galardón años atrás— no quedaba ahí, sino que también arrebataba a ‘En busca del arca perdida’ (‘Raiders of the Lost Ark’, Steven Spielberg, 1981) la posibilidad de haberse convertido en el más que merecido vehículo que dignificara el cine de aventuras, históricamente ignorado por los premios.

Y como no hay dos sin tres, sería Warren Beatty por su irregular ‘Rojos’ (‘Reds’, 1981) la que se interpondría en el camino de Steven Spielberg en la carrera por el galardón para el mejor director, algo que se repetiría al añó siguiente cuando, nominado por ‘E.T. El extraterrestre’ (‘E.T. The Extraterrestrial, 1982) fuera Richard Attenboroughy su épica ‘Ghandi’ (id, 1982) quien acaparara la total y completa atención de los miembros de la Academia.

Ese mismo año en que Hollywood coronó por primera vez a una cinta española como la Mejor Película Extranjera, otro Oscar poco merecido impidió a su justo destinatario hacerse con la victoria, el del Mejor Actor Secundario. Unpremio que debía haber ido a caer en manos de Robert Preston por ‘¿Víctor o Victoria?’ (‘Victor/Victoria’, Blake Edwards, 1982) y que voló a las de un inferior Louis Gossett Jr. por ‘Oficial y caballero’ (‘An officer and a Gentleman’, Taylor Hackford, 1982).

Año pobre en cine, de los Oscars de 1983 destacan el lamentable olvido de ‘El precio del poder’ (‘Scarface’, Brian de Palma) —que no llegó a estar nominada en ninguna categoría—; que ese folletín lacrimógeno que fue ‘La fuerza del cariño’ (‘Terms of Endearment’, James L.Brooks, 1983) aventajara a ‘Elegidos para la gloria’ (‘The Right Stuff’, Philip Kaufman, 1983) o que los nada disimulados plagios de ésta última se llevaran a casa el galardón de Mejor Banda Sonora por delante de ‘Bajo el fuego’ (‘Under Fire’, Roger Spottiswoode, 1983), uno de los grandes scores de Jerry Goldsmith.

En los mismos términos se moverá un 1984 en la que la Academia ni supo o ni quiso ver la enorme grandeza de‘Érase una vez en América’ (‘Once Upon a Time in America’, Sergio Leone, 1984), ignorándola por completo en las nominaciones, ni tampoco fue capaz de enmendar su error de tres años atrás y volvió a premiar al mediocre Maurice Jarre de ‘Pasaje a la India’ (‘A Passage to India’, David Lean, 1984) por encima del John Williams de la segunda parte de Indiana Jones.

Aventuras, fantasía y terror no son cine de “verdad”

Que ‘En busca del arca perdida’ no obtuviera el necesario reconocimiento por parte de la Academia es una prueba más que palpable de que, en según qué géneros, los Oscars han preferido siempre mirarse en sus categorías secundarias. Si de aventura es de lo que estamos hablando, la cinta que inició la saga de Indy no es más que la punta de un iceberg en el que cabría remontarse, como ya apuntábamos anteayer con el Robin Hood de Michael Curtiz, hasta los primeros años de los premios.

En peor terreno se encuentra el cine de terror, ya que sólo tres filmes a lo largo de la historia de los galardones han llegado a estar nominados a Mejor Película —en los 70 fue ‘El exorcista’ (‘The Exorcist’, William Friedkin, 1975)— y ninguno de ellos se hizo con la estauilla dorada. Flagrantes son también algunos olvidos en este género, como el que tendría la Academia para con ‘El resplandor’ (‘The Shining’, 1980), dejando de lado, una vez más, al gran Kubrick.

Pero la que sin duda ha salido peor parada de la terna a lo largo de la historia del cine ha sido la fantasía en todas sus facetas. Considerando que fue la capacidad de fantasear la que guió los impulsos de Georges Méliès, que los Oscars sólo hayan sabido premiar una cinta de fantasía de las muchísimas que han alcanzado la nominación desde 1927 habla de forma contundente de la pobre estima que desde la trastienda de los premios se tiene hacia este género tan vasto del que tantísimos ejemplos sobresalientes podríamos poner.

1985-1989

Seis veces nominado al Oscar y nunca premiado con un galardón que habría merecido de forma sobrada en todas y cada una de las ocasiones, Peter Weir vería en la ceremonia como su primera oportunidad de alzarse con la estatuilla gracias a su asombroso trabajo en ‘Único testigo’ (‘Witness’, 1986) volaba para unirse a los otros seis premios de ‘Memorias de África’ (‘Out of Africa’, Sidney Pollack, 1985) con los que la Academia volvió a inclinarse por el drama de tintes épicos que tanto ha gustado siempre a sus miembros.

Especialmente hiriente de entre ellos era el que iba a parar a manos de John Barry, no porque su trabajo para la cinta protagonizada por Robert Redford y Meryl Streep no lo mereciera, sino porque entre las nominadas figuraba la soberbia ‘Silverado’ (id, Lawrence Kasdan’, 1985) y de aquél año lo merecían mucho más los scores de Alan Silvestri para la cinta más famosa de viajes en el tiempo, James Horner por el título que sería premiado con dos Oscar o, cómo no, Jerry Goldsmith por esa fantasía extraña y arrebatadora que firmaría Ridley Scott.

A golpe de batuta irán discurriendo las mayores injusticias en las que los Oscars incurrirán en los tres años siguientes. En 1986, con Horner y Ennio Morricone viendo como sus partituras para ‘Aliens, el regreso’ (‘Aliens’ James Cameron, 1986) y ‘La misión’ (‘The Mission’, Roland Joffé, 1986) eran vencidas por el trabajo de Herbie Hancock. En el 87, con el enérgico Morricone de ‘Los intocables de Elliot Ness’ (‘The Untouchables’, Brian De Palma) “pisoteado” por Ryuichi Sakamoto.

Doce meses después, con fatídicos olvidos entre las nominadas como los de dos de las mejores composiciones de Horner —‘Willow’ (id, Ron Howard, 1988) y ‘En busca del valle encantado’ (‘The Land Before Time’, Don Bluth, 1988)— y la primera opción de las muchas que ha tenido Danny Elfman, que en 1989 también sería ignorado por la Academia, igual que Patrick Doyle, al no ser nominados ninguno de los dos por ‘Batman’ (id, Tim Burton, 1989) y‘Enrique V’ (Henry V’, Kenneth Branagh, 1989) respectivamente.

Dando fin al apartado musical en estos diez años, el primer Oscar para Alan Menken abrirá una larga brecha en los galardones musicales ante la que la Academia tardará en reaccionar con la creación de un premio específico para la música de animación. Mientras eso ocurre, ‘La sirenita’ (‘The Little Mermaid’, Ron Clements, John Musker) servirá de enésima barrera a un John Williams que aquél 1989 competiría por partida doble con dos grandísimas propuestas.

Pero el cierre de la década no se ceñirá de forma exclusiva, ni mucho menos, a los pentagramas, ya que ese mismo 1989 verá también como la anodina ‘Paseando a Miss Daisy’ (‘Driving Miss Daisy’, Bruce Beresford) se impone a la vibrante y vital ‘El club de los poetas muertos’ (‘Dead Poets Society’, Peter Weir), al tiempo que Oliver Stone gana su segundo Oscar via Vietnam dejando sin opciones a dos nombres que lo merecían tanto o más que él: Peter Weir y Kenneth Branagh.

A éste último aplaudiendo entusiasmado mientras Phyllis Dalton subía a recoger el Oscar al Mejor Vestuario por ‘Enrique V’, será de quien servidor guarde mejor recuerdo de aquella primera ceremonia a la que tuvo acceso televisado. Después vendrían muchos más, pero los primeros Oscars son, para un cinéfilo, como la primera novia…nunca se olvidan.

Fuente: http://www.blogdecine.com/

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